martes, 8 de diciembre de 2015

Los imposibles no existen



“Para que pueda surgir lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible.”

Después de esta sencilla frase, me declaro fan número uno del escritor suizo Hermann Hesse.

Queridos compañeros:

He querido comenzar este blog con una entrada dedicada a vosotros, a todos los que nos dedicamos a la educación y los que creemos en ella. No solo los profesores de instituto o de universidad, también todos aquellos maestros de infantil y primaria, aquellos cuidadores de las distintas guarderías o babysitter.
Todos nosotros, compañeros, tenemos una misión en el mundo de los niños y la educación: cuidar sus inteligencias.

Vosotros diréis: ¿y eso, qué quiere decir? ¿Carmina, te has vuelto loca?
No, chicos, todavía no. 

Todos sabemos que cada persona tiene unos intereses, diferentes puntos de vista, que cada uno de nosotros ha crecido y ha estudiado de una forma distinta y, por todo esto, es fundamental llegar a un punto común para cuidar a nuestros alumnos. 
 
¿Por qué nos empeñamos en creer en imposibles? ¿Por qué la mayoría de las veces dejamos de lado alumnos que creemos que no tienen potencial para nuestras asignaturas?

Parece mentira, pero somos así. Por ejemplo: cuando vemos que tu mejor amiga está perdidamente enamorada de alguien que ni siquiera le hace caso. ¿Qué solemos hacer nosotros? Por un lado, expresar nuestra humilde opinión diciendo que quizá no la ha visto o que posiblemente ha querido hacerse el duro delante de ella y un largo etcétera. Apoyamos una actitud que hace que tu mejor amiga no avance, no prospere hacia delante.

Esto sucede en todos los aspectos de la vida y, por eso, el ámbito de la educación no va a ser menos: cuando vemos que a un alumno no se le da bien la lengua, que siempre suspende, que no avanza, lo encerramos en la caja de los imposibles. Sería conveniente proponerle otro tipo de actividades para que su inteligencia vaya a más, para que coja la asignatura con fuerza, sin embargo, le pedimos exactamente lo mismo que a los demás, sin darnos cuenta que así, no cuidamos su inteligencia. De este modo, lo único que hacemos es ir encerrando en diferentes cajas de complejos a cada uno de nuestros estudiantes. Hacerlos cada vez más vagos, con menos interés, con las ganas por los suelos.

Todo en esta vida lo vamos clasificando por cajas y esta es la que más llena tenemos.
Debemos dejar de lado esos pensamientos negativos y mirar hacia delante.

¿Qué propongo?

Si cambiáramos nuestra opinión con respecto al chico que ni siquiera ha mirado a tu mejor amiga, quizá esta abriría los ojos y encontraría a alguien mejor.

En el ámbito educacional ocurre exactamente lo mismo. Si en el aula proponemos unas actividades y varios alumnos no logran aprobar, cambiemos las actividades. No hay alumnos malos, ni alumnos vagos y sin ganas. Hay alumnos que ni hemos cuidado ni hemos captado su inteligencia. Cuidemos la inteligencia de cada uno de nuestros alumnos, de nuestras pequeñas personitas que son como esponjas y van a crecer con todo lo que absorban. 

Si se aplican los métodos adecuados, si se ayuda, se puede con todo.

Retomemos la frase del principio: sin practicar una y otra vez los imposibles no podremos llegar nunca a conseguir lo posible. Los imposibles no existen, hay que ir probando para encontrar la mejor de las soluciones.

¡Rompe la caja de los imposibles!

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