“Para
que pueda surgir lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible.”
Después
de esta sencilla frase, me declaro fan número uno del escritor suizo Hermann Hesse.
Queridos
compañeros:
He querido
comenzar este blog con una entrada dedicada a vosotros, a todos los que nos
dedicamos a la educación y los que creemos en ella. No solo los profesores de
instituto o de universidad, también todos aquellos maestros de infantil y
primaria, aquellos cuidadores de las distintas guarderías o babysitter.
Todos nosotros,
compañeros, tenemos una misión en el mundo de los niños y la educación: cuidar
sus inteligencias.
Vosotros
diréis: ¿y eso, qué quiere decir? ¿Carmina, te has vuelto loca?
No, chicos,
todavía no. Todos sabemos que cada persona tiene unos intereses, diferentes puntos de vista, que cada uno de nosotros ha crecido y ha estudiado de una forma distinta y, por todo esto, es fundamental llegar a un punto común para cuidar a nuestros alumnos.
¿Por qué nos empeñamos en creer en imposibles?
¿Por qué la mayoría de las veces dejamos de lado alumnos que creemos que no
tienen potencial para nuestras asignaturas?
Parece
mentira, pero somos así. Por ejemplo: cuando vemos que tu mejor amiga está perdidamente
enamorada de alguien que ni siquiera le hace caso. ¿Qué solemos hacer nosotros?
Por un lado, expresar nuestra humilde opinión diciendo que quizá no la ha visto
o que posiblemente ha querido hacerse el duro delante de ella y un largo
etcétera. Apoyamos una actitud que hace que tu mejor amiga no avance, no
prospere hacia delante.
Esto sucede
en todos los aspectos de la vida y, por eso, el ámbito de la educación no va a ser
menos: cuando vemos que a un alumno no se le da bien la lengua, que siempre
suspende, que no avanza, lo encerramos en la caja de los imposibles. Sería
conveniente proponerle otro tipo de actividades para que su inteligencia vaya a
más, para que coja la asignatura con fuerza, sin embargo, le pedimos
exactamente lo mismo que a los demás, sin darnos cuenta que así, no cuidamos su
inteligencia. De este modo, lo único que hacemos es ir encerrando en diferentes
cajas de complejos a cada uno de nuestros estudiantes. Hacerlos cada vez más
vagos, con menos interés, con las ganas por los suelos.
Todo en esta
vida lo vamos clasificando por cajas y esta es la que más llena tenemos.
Debemos dejar
de lado esos pensamientos negativos y mirar hacia delante.
¿Qué
propongo?
Si
cambiáramos nuestra opinión con respecto al chico que ni siquiera ha mirado a
tu mejor amiga, quizá esta abriría los ojos y encontraría a alguien mejor.
En el ámbito
educacional ocurre exactamente lo mismo. Si en el aula proponemos unas
actividades y varios alumnos no logran aprobar, cambiemos las actividades. No hay alumnos malos, ni alumnos vagos y sin ganas. Hay alumnos que ni hemos cuidado ni hemos captado su inteligencia. Cuidemos
la inteligencia de cada uno de nuestros alumnos, de nuestras pequeñas
personitas que son como esponjas y van a crecer con todo lo que absorban.
Si se aplican
los métodos adecuados, si se ayuda, se puede con todo.
Retomemos la
frase del principio: sin practicar una y otra vez los imposibles no podremos
llegar nunca a conseguir lo posible. Los imposibles no existen, hay que ir
probando para encontrar la mejor de las soluciones.
¡Rompe la
caja de los imposibles!
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